Monique Jeffrey, de Melbourne, Australia estaba acostada en su cama en marzo del 2012, cuando estornudó súbitamente, sacudiendo su cuello hacia adelante, causando que colapsara la vértebra en su cuello.
Monique no pudo moverse, ni siquiera a atender a su bebé recién nacido que lloraba en la siguiente habitación. De alguna manera consiguió enviar un mensaje de texto a su esposo con una sola palabra: auxilio.
Su marido envió una ambulancia, y se apresuró a su casa.
Monique pasó 3 meses en un auxiliar ortopédico llamado abrazadera de halo, que sostenía su cabeza, pero que para ser instalado requirió que fuera atornillado a su cráneo mientras los doctores la mantenían consiente, y que se usa para realinear las vértebras.
Monique, que trabaja como gerente de un hotel, se recuperó por completo, y poco a poco comenzó a retomar su vida y a cuidar a su hijo, Thomas.
Sin embargo, la mala suerte golpeó literalmente a Monique, cuando en abril se rompió el cuello por segunda mes, en el exacto lugar.
Monique estaba en el salón de empleados en su trabajo, almorzando con algunos colegas, y riendo de una broma particularmente disparatada, cuando sintió un crujido y dolor insoportable en la parte trasera de su cuello, y supo que era nuevamente una fractura de vértebra.
Los médicos dicen que nunca han visto que semejante lesión ocurriera dos veces, y que el paciente sobreviviera.
También dicen que existe un alto riesgo que ocurra nuevamente, poniendo en riesgo su vida, por lo que una vez que se recupere, iniciaran un tratamiento de fisioterapia para fortalecer los músculos del cuello, y se mantenga estable.
Las fuerzas que se experimentan durante un estornudo son semejantes al tirón resultante de un accidente de auto a 30 kilómetros por hora. Lo que nos salva es que normalmente nuestro cuerpo tiene tiempo para prepararse, con esa sensación de cosquilleo en la nariz y evitar el “latigazo” que puede causar lesiones cervicales.
En el caso de Monique, el primer incidente fue tan súbito, que su vértebra se partió, y no tuvo el tiempo suficiente para sanar y crear hueso resistente, de ahí la nueva lesión.
Ella podrá vivir una vida plena, o casi plena, porque de ahora en adelante no deberá bajar la guardia ni relajarse por completo, reír a sus anchas o estornudar de forma normal, ante el peligro que pueda lesionarse nuevamente.